Vocación, pasión y lucha por la integración
Nancy Arellano Suárez, hija de migrantes y ahora migrante en Perú, ha hecho de la migración su propósito de vida. Llegó a este país hace once años, y desde entonces, ha puesto su corazón en apoyar a otros migrantes venezolanos como directora de Integración en CEDRO y fundadora de la ONG Veneactiva. Su vocación es un reflejo de sus propias raíces, de su madre canaria que llegó a Venezuela en busca de un nuevo comienzo y de su padre venezolano que también dejó su tierra.
Nancy recuerda su juventud en un Perú que la acogía con los brazos abiertos, donde no existían las barreras que muchos migrantes enfrentan hoy. Esa transformación en la actitud hacia el extranjero la motivó a trabajar por un cambio y construir una sociedad que valore la diversidad. Desde su rol, lucha cada día para que los migrantes sean vistos como una familia que enriquece su nuevo hogar.
¿Cómo combate CEDRO la discriminación y la xenofobia hacia los migrantes?
En CEDRO, el objetivo siempre ha sido claro: combatir los prejuicios y ofrecer oportunidades a todas las personas. Desde hace 38 años, la organización lucha por la inclusión de poblaciones vulnerables y promueve la resiliencia en la diversidad. No podemos ignorar que los venezolanos son personas con necesidad de protección internacional, igual que los peruanos lo fueron hace 40 años durante el conflicto interno en el país. Como región, debemos reconocer los problemas que compartimos y trabajar juntos en las soluciones que podemos construir de forma colectiva.
¿Cuál es el enfoque del proyecto Veneactiva?
Desde mi vocación, pasión y profesión, fundamos Veneactiva como un grupo de mujeres migrantes y profesionales para mostrar una cara diferente de la migración. La narrativa dominante presentaba al venezolano con lástima y pasividad, pero nosotros creemos en un modelo de inclusión basado en oportunidades, no en dádivas. Las personas necesitan dignidad, y eso pasa por valorar lo que cada uno puede aportar. Iniciamos Veneactiva con apoyo de CEDRO mediante el programa Vene Emprende, que ayudaba a los migrantes a formalizar sus emprendimientos en Perú. Hoy hemos ampliado nuestra labor con otros programas, siempre buscando que el migrante sea parte del tejido social y contribuya al desarrollo del país de acogida.
¿Cómo percibes la situación actual de los migrantes venezolanos en Perú?
Es una situación mixta, con luces y sombras. Hay personas que han recibido el acompañamiento necesario de organizaciones como la nuestra, pero Perú no es ni completamente xenófobo ni completamente integrador. Han surgido narrativas negativas sobre la migración, no tanto por xenofobia, sino por los choques culturales y las cicatrices de una historia con estructuras verticales que contrastan con una cultura venezolana más horizontal. Estas diferencias pueden generar fricciones, pero también nos enseñan mucho.
¿Cómo se pueden combatir las narrativas negativas hacia los migrantes?
Con datos, información y diálogo. Estas narrativas deben enfrentarse con la verdad. Todos compartimos preocupaciones comunes: inflación, delincuencia, empleo y educación. "Nos moja la misma lluvia y nos calienta el mismo sol." La ley es para todos, y el hecho de tener protección internacional no da permiso para infringir normas. Aquí hay un problema de diagnóstico, mal uso de instrumentos internacionales y una distorsión de las narrativas, lo cual limita la generación de políticas públicas para integrar a la población migrante.
¿Cuál es el principal reto en esta lucha?
La crisis de confianza en la sociedad peruana. Si hay desconfianza entre peruanos, imagínate con un migrante; esa desconfianza se intensifica, con la idea de que los migrantes "vienen a quitar lo nuestro". Esto es fomentado en parte por los medios de comunicación. Todos, tanto formadores de opinión como ciudadanos, debemos asumir la responsabilidad de educarnos, ser críticos y reflexivos.
Finalmente, ¿cuál sería tu mensaje sobre la migración venezolana en Perú?
"Haz el bien sin mirar a quién." Al final, todos somos migrantes. Necesitamos trabajar juntos para construir un mejor país y una región más fuerte.
Nancy Arellano Suárez nos deja una reflexión clara: la migración es parte de nuestra historia compartida y, con empatía y colaboración, podemos construir una sociedad más inclusiva. Porque, como dice ella, todos somos migrantes en algún momento de nuestras vidas.